La construcción rural, particularmente la vinculada al cultivo de la vid en la comarca de la Axarquía, es consecuencia de una necesidad ancestral para poder aprovechar los recursos agrícolas. La casa de labor –conocida en la zona como lagar– y todos sus anexos, se construyen de acuerdo a unas necesidades de eficiencia y comodidad en el trabajo, configurando un elemento singular. A modo de cortijos, sirven de alojamiento a las familias y animales que se trasladan al campo en la época de vendimia y asoleo.
Las características propias del terreno y del cultivo han favorecido, desde muy antiguo, ese paisaje de casas diseminadas, casi aisladas, con su arquitectura específica. Además de la crujía que sirve de alojamiento y cocina, el lagar consta siempre de una zona exterior sombreada donde desgranar la uva ya pasificada (el picado); una zona para los animales que trabajan en el traslado cuidadoso desde las escarpadas vides hasta la zona de los paseros, donde las uvas han de clasificarse antes de tenderse bajo los toldos, la parte más importante del sistema. Pero además se van sumando elementos que permiten y facilitan la vida de la familia: horno, huerto, muros de contención, alberca y conducciones hidráulicas, espacios para almacenaje, etc.
En la actualidad se fomenta también el uso de los lagares como alojamientos y se integran en la creación de rutas y actividades en las que se pretende dar a conocer las tradiciones y oficios de la zona, pero, sobre todo, la excelencia de los productos gastronómicos obtenidos.